El castillo terrorífico
Autora: María José (3ºC)
Hace mucho tiempo,
un científico loco quería tener un laboratorio. Era listo y valiente y le
gustaba mucho caminar cerca de los bosques. Un día caminó, caminó, caminó y
caminó… y así hasta cuatro horas. De repente, se encontró con un castillo en
ruinas. Al ver el castillo pensó que allí podría construir su laboratorio.
Entonces, se dio cuenta de que estaba rodeado por un foso con cuatrocientos
litros de agua y no tenía puente para poder cruzar y así poder entrar al castillo.
Creó un invento que llamó “Cruzafosos 2000”, entonces lo usó y pudo cruzar.
¡Por fin había conseguido tener el laboratorio!
Cuando abrió la
puerta del castillo se escaparon de allí los personajes más terroríficos: el
hombre lobo, Frankenstein, la bruja Piruja y la monja terrorífica.
Fin
El fantasma y sus amigos
Autor: Sergio (4ºC)
Salí una noche,
caminaba solo, y visité una mansión embrujada. Entré y me encontré a mi amigo
el fantasma:
-
Pues buscando a alguien a quien asustar pero no
encuentro a nadie – contesté.
En esa misma noche
de Halloween seguí caminando y me encontré a Frankenstein y él preguntó: “¿Llamamos
al fantasma?” Lo llamamos y también a la bruja y al esqueleto y jugamos a las
tinieblas, donde gano yo siempre. Fuimos a casa del fantasma a jugar a su
consola. Jugamos al Spiderman con el Spiderman negro e hicimos las trece
misiones. Yo, en la misión diez, conseguí 20.000 monedas.
Entonces, vinieron
nuestras madres y nos fuimos a casa a dormir, cada uno en su tumba.
Fin
El recado del terror
Autora: Nuria (5ºC)
Érase una vez, hace
mucho tiempo, un padre y un hijo en una casa con taller de carpintería. El
padre era carpintero y se dedicaba a hacer muebles para los vecinos del pueblo.
Un día estaba haciendo uno de sus muebles y vio que le faltaban clavos, así que
le dijo a su hijo que fuera a comprarlos al pueblo de al lado. Hasta allí se
podía llegar a través de dos caminos: uno muy largo y aburrido por las montañas
o bien otro corto, por un bosque oscuro que daba un poco de miedo, en el que la
gente decía que había un monstruo de las galletas que vivía en una casa
encantada. Él pensó que como no creía en esas tonterías que decía la gente del
pueblo sobre un monstruo, que no existen, lo más rápido sería ir por el bosque,
así que se adentró en él. Entonces, cuando ya llevaba un rato andando, se puso
a mirar alrededor y vio que los árboles estaban muy juntos, tan juntos que no
dejaban pasar la luz y reconoció que tenía un poco de miedo porque,
efectivamente, el bosque se estaba haciendo cada vez más oscuro. Llegó un
momento en el que le costaba hasta ver sus propios pies. De repente escuchó un
ruido detrás de él. Algo había crujido. Era un ruido como de una rama seca partiéndose.
Se giró lentamente para ser y vio la silueta de algo enorme que venía hacia él,
así que lanzó un grito de
pánico y salió corriendo muerto de miedo. La silueta
también salió corriendo detrás del chico, que no paraba de escuchar: “¡Eh!,
¡eh!”, con voz ronca. Como no conocía el camino y el miedo no le dejaba pensar,
al final, se metió en un sendero sin salida. Cuando se dio cuenta de que ya no
podía escapar se paró de repente y se tapó los ojos sintiendo muchísimo pánico.
La silueta se había detenido justo detrás de él y respiraba muy fuerte.
-
¡Arf!¡Arf!¡Arf! – se escuchaba.
-
¡No me comas! – suplicó el niño.
-
¿Pero qué dices? ¿Y por qué has corrido tanto?
¡Casi me ahogo corriendo detrás de ti.
El niño, extrañado,
se quitó la manos de los ojos y se giró.
-
¿No vas a comerme? – preguntó sorprendido.
-
¡Comerte! ¿Yo? – dijo la silueta.
-
¿No eres el monstruo de las galletas que vive en
una casa encantada? – preguntó de nuevo el niño, todavía más sorprendido.
Entonces la
silueta encendió una linterna y dejó ver su verdadera forma. ¡Era Paco, el
leñador del pueblo!
-
Pero Paco, ¡qué susto me has dado! ¡Pensaba que
eras el monstro de las galletas!
-
Yo, ¿un monstruo de las galletas? ¡Pero qué
dices! – respondió Paco.
-
Sí, me habían dicho que en este bosque había un
monstruo de las galletas que vivía en una casa encantada.
-
¡ Ja, ja, ja!- empozó a reírse Paco – eso no es
lo que dicen. Lo has entendido mal. En realidad, la gente comenta que soy un
monstruo haciendo galletas y toda persona que viene a comer a mi casa, sale
encantada. Ja, ja, ja.
-
Y entonces, ¿por qué me perseguías? – dijo el
niño quedándose un poco en ridículo.
-
Porque he hecho un pastel de chocolate y quería
invitarte, pero justo cauando iba a decírtelo has salido corriendo. “ja, ja, ja”,
continuó riendo Paco.
-
Una
vez aclarado el mal entendido, Paco acompañó al niño a comprar los clavos y al
regreso, probaron ese pastel y unas galletas que Paco tenía preparadas y,
efectivamente, Paco era un monstruo haciendo galletas y él también salió
encantado de la casa.
Fin
El lago maldito
Autora: Celia (6ºC)
Hace
mucho, mucho tiempo, en un terrorífico fin de semana, acechaba por Transilvania,
pero sus habitantes no lo sabían porque en ese lugar siempre había un cielo
aterrador. Entre esos habitantes estaba Diablesa, una pequeña niña de gran
corazón pero más valía no enfadarla o era capaz de lanzarte un hechizo que te
convirtiera en rana. Pasaron once años y Diablesa ya tenía dieciocho, ella
siempre tenía por costumbre ir a un lago oscuro llamado El lago maldito. Ella se sentó en una orilla de lago y cuando
lo hizo se tropezó con una cosa dura con forma de caja. Después de mucho rato
buscando lo que era, esa especie de caja descubrió que podía ser un cofre
transparente, pero no sabía dónde estaba la llave. Cuando se iba a rendir, ella
no se explicaba cómo había llegado esa llave hasta allí. Entonces la cogió y
abrió el cofre. De repente salió el espíritu maligno y le dijo:
-
Vais a pagar
todos por tenerme en este cofre metido durante tanto tiempo y ahora os mataré a
todos, empezando por ti.
-
De
repente, la Diablesa sacó su poder y le convirtió en rana. Ella, feliz por
haber salvado a su ciudad, invitó a todos sus amigos a comer
y les contó lo que
había sucedido.