Mi abuelo se
llamaba Fausto, Fausto Tikismiquis
Me parezco a
él en las facciones de la cara marcada por el fuego de los infiernos, por eso tenemos ambos un fuerte carácter, otro
día os contaré lo de los infiernos. Días antes de mi nacimiento, el abuelo Fausto,
abandonó a los suyos y fue enterrado en el cementerio sobre el monte de las
ánimas. En herencia me dejó una maleta con fotos con seres extraordinarios que
conoció durante su vida de empresario del circo.
De vez en
cuando se me aparece su fantasma y charlamos un rato, yo le digo:
-
Hola,
abuelito, ¿qué tal? ¡Cómo me hubiese
gustado conocerte en persona!
-
A
mí también pero tuve que partir pronto. Espero que cuides de mis recuerdos,
aquellos que guardé en una maleta y que está ahora en tu poder.
-
Si,
abuelo, llevo tiempo observando los detalles en las fotos de tus amigos del
circo e intentando deducir cómo serían
sus vidas…
-
Muchos
llamaban monstruos a mis amigos porque tenían el cuerpo deformado pero me
gustaría contarte sus historias para que vieras que no eran más felices o
infelices que el resto de los mortales y que tenían los mismos sentimientos…
Poco a poco,
mi abuelo me fue contando las historias de aquellos personajes extraordinarios:
Charles Caracortada
Ciego hasta los diez años, Charles decía que
su discapacidad le había enseñado a ver la auténtica naturaleza de las
personas.
A los nueve años, se desfiguró la cara con
la rama de un rosal. Sus padres lo obligaron a llevar una máscara para ocultar
sus cicatrices.
El pobre rara vez salía de la lujosa mansión
donde vivía.
Cada año, el
circo que yo dirigía, Compañía Karpuzzi se llamaba, pasaba por las afueras de
la ciudad y permanecía allí unos días.
Sofía Taviani
Nacida en una familia muy pobre. Sus padres
la rechazaron al ver su extraña constitución física, ya que estaban seguros que
no podría trabajar en las tareas del campo. Dudaron entre dársela de comer a
los cerdos o venderla al mejor postor.
Una mañana,
mientras chapoteaba en el barro, el alegre balbuceo de Sofía atrajo a un
carpintero que pasaba por el lugar. Como su mujer no podía tener hijos, se la
llevó a su casa.
Aquellas
personas la cuidaron hasta la edad de cinco años. Pero un día el carpintero se
hirió gravemente su mano. En consecuencia no pudo trabajar y cuidar de la niña.
A espaldas de su mujer, se la vendió al señor Alexandre por unos cuantos sacos
de trigo.
Sofía pudo
escapar cuando fue mayor de aquel ricachón terrateniente que la tenía esclava.
Por suerte dio con la compañía Karpuzi, donde pudo desarrollar sus maravillosas
cualidades de trapecista.
La primera
vez que Oliver entró por la puerta del circo, causó miedo a los artistas que
allí estaban. Sus manos eran tan enormes que podía esconder en ellas una cabeza
humana.
Fausto se
acercó temblando y le ofreció su mano. Al estrecharla, mi abuelo, sintió su
piel tan rugosa como la de un hombre de 100 años. Entonces el gigante sonrió y
su sonrisa hizo que todos cambiaran de opinión, ya que era un ser encantador,
con un corazón enorme.
Cuando pasábamos cerca de un bosque con los carromatos del circo, Oliver se perdía durante unas horas y se ponía a hablar con los pájaros. ¡Entendía su lenguaje!
Eugenie Forest
A los
diecinueve años era una belleza deslumbrante. Apasionada por la moda, ella
misma se confeccionaba sus tocados y sombreros
Eugine tuvo
un sinfín de pretendientes, pero a su juicio, ninguno tenía encanto. Los
consideraba “del montón”.
Ella escribió una carta a cada enamorado,
algo triste, les hacía ver por qué solo ellos se habían fijado en su belleza y
no en sus extraordinarias cualidades que poseía.
Maguy Christal
Todos
convinieron en afirmar que Maguy era la más adorable de las niñas. Su buen
humor no se alteraba con caprichos ni llantos cuando jugaba con las flores e
insectos del jardín.
Solo tenía un pequeño defecto: le gustaba arrancarle los ojos a sus muñecas.
Sébastien Béguin
A los dos
años, Sébastien se mantenía en pie. Bien es cierto que necesitaba ayuda para
levantarse, pero una vez erguido, no había viento o tempestad que pudiera
desestabilizarlo.
Sébastien
aguardaba con paciencia a que su cuerpo se desarrollara. Soñaba con bailar.
Pero ningún profesor lo aceptó.
Un otoño se le ocurrió ir a vendimia cerca de casa. Enseguida se convirtió en el mejor pisador de uvas recién cortada. Al año siguiente, todos los viñadores querían contratarlo.
Blanche Cornut
Blanche se
pasaba la vida entre sus libros. Tan solo por la noche salía de su jaula dorada
y, a la luz de la luna, le contarme todo lo que había leído, y aprendido, en
sus lecturas.
A causa de su
mala cara, la llamaban “la vampira”. Apenas tenía amigos. Pasaba horas y horas
leyendo y escribiendo.
Cuando
murió, me dejó toda su obra escrita. En esta mostraba la tristeza por ser algún
día olvidada.
Su pequeño secreto: de joven le hubiese gustado ser una cantante de ópera famosa.
El Final
Guardo aquí
esta foto de la etapa de la miseria. Cuando los señores de la guerra invadieron
el país, la compañía del circo Karpuzi no tuvo más remedio que disolverse y
ocultase por toda la ciudad. Aquellos horrendos seres de corazón oscuro habían
desplegado sus banderas y sacado las armas a las calles. Si hubiesen dado con
los artistas sus miembros, los habrían aniquilado de inmediato.
Responde a las siguientes cuestiones:
2. ¿Qué sentimientos te despiertan realmente estos seres del circo a los que llamaban monstruos?
3. ¿Crees que está basado en hechos reales? Investiga en internet.
4. ¿Quiénes son los verdaderos monstruos de la historia? Comenta en grupo.
5. ¿Serías capaz de inventar un personaje del circo Peripatético y escribir su historia? Realiza un dibujo.
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